UN SENTIDO A LA VIDA
En las más difíciles circunstancias de la vida, el ser humano saca a relucir toda su fuerza y es capaz de soportar cosas que no hubiera imaginado.
La fuerza interior de cada ser humano es capaz de resistir las más adversas situaciones y encontrar un sentido a la vida mediante la imaginación, la esperanza, la fe en el Poder Supremo y la convicción de que nada sucede por azar y que siempre podemos decidir interiormente de qué manera nos afectará lo que nos sucede.
No podíamos limpiarnos los dientes y, sin embargo, y a pesar de la fuerte carencia vitamínica, nuestras encías estaban más saludables que antes. Pasaban muchos días seguidos sin lavarnos ni siquiera parcialmente, porque se helaban las cañerías de agua y, sin embargo, las llagas y heridas de las manos sucias por el trabajo de la tierra no supuraban. Aquél que tenía el sueño ligero y al que molestaba el más mínimo ruido en la habitación contigua, se acostaba ahora apretujado junto a un camarada que roncaba ruidosamente a pocas pulgadas de su oído y, sin embargo, dormía profundamente a pesar del ruido.
Nunca olvidaré una noche en la que me despertaron los gemidos de un prisionero amigo, que se agitaba en sueños, obviamente víctima de una horrible pesadilla. Dado que desde siempre me he sentido especialmente dolorido por las personas que padecen pesadillas angustiosas, quise despertar al pobre hombre. Y de pronto retiré la mano que estaba a punto de sacudirle, asustado de lo que iba a hacer. Comprendí en seguida de forma vívida, que ningún sueño, por horrible que fuera, podía ser tan malo como la realidad del campo que nos rodeaba y a la que estaba a punto de devolverle.
A pesar del primitivismo físico y mental imperantes a la fuerza, en la vida del campo aún era posible desarrollar una profunda vida espiritual. No cabe duda que las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual rica sufrieron muchísimo ya que su constitución era a menudo endeble, pero el daño causado a su ser íntimo fue menor: eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual. Sólo de esta forma puede uno explicarse la paradoja aparente de que algunos prisioneros, a menudo los menos fornidos, parecían soportar mejor la vida del campo que los de naturaleza más robusta.
Mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando entendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad, aunque sea solo momentáneamente, si contempla al ser querido.
Un pensamiento me asaltó: ni siquiera sabía si mi mujer vivía aún. Solo sabía una cosa, algo que para entonces ya había aprendido bien: que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo. Que esté o no presente, y aun siquiera que continúe viviendo deja de algún modo de ser importante. No sabía si mi mujer estaba viva, ni tenía miedo de averiguarlo, pero para entonces ya había dejado de importarme, no necesitaba saberlo, nada podía alterar la fuerza de mi amor, de mis pensamientos o de la imagen de mi amada. Si entonces hubiera sabido que mi mujer estaba muerta, creo que hubiera seguido entregándome, insensible a tal hecho, la contemplación de su imagen y que mi conversación mental con ella hubiera sido igualmente real y gratificante. La sentía presente a mi lado, cada vez con más fuerza y tuve la sensación de que sería capaz de tocarla, de que si extendía mi mano cogería la suya. La sensación era terriblemente fuerte; ella estaba allí realmente.
La intensificación de la vida interior ayudaba al prisionero a refugiarse contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia, devolviéndole a su existencia anterior. Al dar rienda suelta a su imaginación, ésta se recreaba en los hechos pasados, a menudo no los más importantes, sino los pequeños sucesos y las cosas insignificantes. También sentíamos la belleza del arte y la naturaleza como nunca hasta entonces; bajo su influencia llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias.
El sufrimiento del hombre actúa de modo similar a como lo hace el gas en el vacío de una cámara; ésta se llenará por completo y por igual cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco. Por consiguiente, el «tamaño» del sufrimiento humano es absolutamente relativo, de lo que se deduce que la cosa más nimia puede originar las mayores alegrías.
Se podría sacar la impresión de que el ser humano es alguien completa e inevitablemente influido por su entorno; pero ¿y qué decir de la libertad humana? ¿No hay una libertad espiritual con respecto a la conducta y a la reacción ante un entorno dado? ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre no puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección? El hombre puede conservar un vestigio de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física. Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino. Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito. Únicamente los hombres que permitían que se debilitara su interno sostén moral y espiritual caían víctimas de las influencias degenerantes el campo.
También es positiva la vida que está casi vacía tanto de creación como de gozo y que admite una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia su existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas. A este hombre le están prohibidas tanto la vida creativa como la existencia de goce, pero no sólo son significativas la creatividad y el goce; todos los aspectos de la vida son igualmente significativos, de modo que el sufrimiento tiene que serlo también. El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa.
Me obligué a pensar en otras cosas. De pronto me vi de pie en la plataforma de un salón de conferencias bien iluminado, agradable y caliente. Frente a mí tenía un auditorio atento, sentado en cómodas butacas tapizadas. ¡ Yo daba una conferencia sobre la psicología de un campo de concentración ! Visto y descrito desde la mira distante de la ciencia, todo lo que me oprimía hasta ese momento se objetivaba. Mediante este método, logré cierto éxito, conseguí distanciarme de la situación, pasar por encima de los sufrimientos del momento y observarlos como si ya hubieran transcurrido.
El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía, asimismo, su sostén espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en el sujeto del aniquilamiento físico y mental. Los que conocen la estrecha relación que existe entre el estado de ánimo de una persona, su valor y sus esperanzas, o la falta de ambos, y la capacidad de su cuerpo para conservarse inmune, saben también que si repentinamente pierde la esperanza y el valor, ellos puede ocasionarle la muerte. Siempre que se presentaba la oportunidad, era preciso inculcarles un porqué, una meta de su vivir, a fin de endurecerles para soportar el terrible cómo de su existencia. Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ése estaba perdido. El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa no podrá nunca tirar su vida por la borda. Conoce el «porqué» de su existencia y podrá soportar casi cualquier «cómo».
Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiera continua e incesantemente. Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo. Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga. ¿ Qué es, en realidad, el hombre ? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.
La libertad no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho la libertad corre el peligro de degenerar en una nueva arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad.
La experiencia final para el hombre que vuelve a su hogar es la maravillosa sensación de que, después de
todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su Dios.
Dr. Víktor Frankl
La muerte no nos concierne, así de simple. Pues mientras existimos, la muerte no está presente. Y cuando llega la muerte nosotros ya no existimos.
Epicuro
En el campo de concentración, todas las circunstancias conspiran para conseguir que el prisionero pierda sus asideros. Todas las metas de la vida familiar han sido arrancadas de cuajo, lo único que resta es la «última de las libertades humanas», la capacidad de «elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias». Los prisioneros no eran más que hombres normales y corrientes, pero algunos de ellos al elegir ser «dignos de sufrimiento» atestiguan la capacidad humana para elevarse por encima de su aparente destino.
Gordon Allport
Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar.
Máxima de la Logoterapia
La emoción que constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.
Baruch Spinoza
Un barco en puerto está seguro. Pero los barcos no son construidos para eso.
Anónimo
Cambiar nuestro entorno
Empleamos mucho tiempo y esfuerzo en tratar de cambiar a las personas que nos rodean, ya sea nuestra pareja, hijos, vecinos, compañeros de trabajo. ¿Qué tal si esto no fuera necesario? De esto se trata el cambio de actitud, se trata de cambiar nuestros pensamientos para cambiar nuestro entorno, ¿parece sencillo, verdad?
Si lo pensamos bien nos daremos cuenta que el Poder Supremo nos hubiera una asignado una tarea titánica, en muchos casos imposible de cumplir, constantemente luchando con nuestro entorno para producir cambios. En realidad nos lo puso fácil: para cambiar algo, necesitamos cambiar nuestra forma de pensar sobre la situación. A fin de cuentas el pensamiento es lo único sobre lo que el ser humano tiene verdadero control, todo lo demás está fuera de su control.
De todas formas el ser humano sigue empeñado en emplear el camino difícil, o sea cambiar a los demás en vez de cambiar él y de ahí se derivan muchas frustraciones y rabietas.
Hace algunos meses me preguntó una persona de España que, si todas las cosas que sucedían eran por alguna razón, que nada sucedía por azar, cómo podría yo explicarle la muerte de millones de seres inocentes en guerras y conflictos. Le contesté que no tenía una respuesta para eso, no sabría como explicar
esos sucesos.
Aquella mañana al llegar a mi trabajo al encender la Pc, el Windows no quiso arrancar, por más que lo intenté, no hubo manera de hacer funcionar el equipo; el día anterior había funcionado bien todo, no le encontraba explicación. Al final tuve que llamar al técnico para que lo reparara.
Hay muchas cosas que no entendemos, una de ellas es el milagro de la vida, o de cómo de una célula microscópica se desarrolla un ser humano tan perfecto en todas sus partes y dotado de un cerebro capaz de componer melodías inolvidables, llorar, reír, crear obras de arte y objetos maravillosos.
A veces dedicamos mucha energía tratando de entender tantas cosas que suceden a nuestro alrededor que no entendemos y le dedicamos poco interés a las cosas que suceden dentro de nosotros. Una de ellas es la «ley de atracción» y cómo influye en nuestras vidas, de cómo nuestros pensamientos atraen personas y situaciones a nuestras vidas.
Sería cuestión de detenernos un momento y ver si nuestros pensamientos más frecuentes se corresponden con lo que sucede en nuestra vida y tal vez hacer algunos cambios de pensamientos y ver si sucede algo distinto y mejor.
El presente nos permite conocer nuestro pasado y nuestro futuro. Las consecuencias de lo que hicimos en el pasado es lo que estamos viviendo en el presente, pero al mismo tiempo desde el presente estamos construyendo nuestro futuro con las acciones que tomemos todos los días.
El pasado ya no existe; si no te agrada el que tuviste, ahora tienes la oportunidad de tener un nuevo pasado, creándolo desde ahora mismo; la «ley de causa y efecto» se encargará de producir lo que tú siembres.
Vive el momento presente, es el único que tienes, hagas lo que hagas siente la intensidad del instante. A todos nos ha sucedido que sentimos algún dolor que no tiene origen aparente, buscamos aliviar el dolor externamente, a los pocos días desaparece y nos olvidamos del asunto, hasta que el dolor regresa.
Tal vez recordemos aquel día en que nos dieron un «susto de muerte», alguien nos jugó una broma pesada que nos causó un estremecimiento muy fuerte en todo el cuerpo. Este estado del cuerpo fue creado por un pensamiento que a gran velocidad se transmitió a todo el cuerpo. Así de poderosa es la mente para controlar los estados de nuestro cuerpo.
Cuando hacemos críticas a otras personas, debemos estar conscientes que la persona objeto de las críticas ejerce un determinado control sobre nosotros, nuestra mente y por ende sobre nuestro cuerpo. Visto desde el otro lado, cuando alguien nos critica, es porque ejercemos algún control sobre él, ya sea porque nos envidia o ve cosas en nosotros que no le agradan de sí mismo. En cualquiera de los casos, el problema está dentro de la mente de cada cual, no afuera.
Siéntete libre, deja que los demás piensen lo que deseen sin que ello alegre o arruine tu estado de ánimo. Cuando lleguen los pensamientos negativos, obsérvalos y déjalos partir, ellos no tienen poder, el poder se lo damos nosotros. Como no puedes evitar pensar en algo, concentra tu mente en las cosas que deseas en tu vida.
Nos cuesta creer las cosas que no vemos por eso generalmente preferimos ver para creer. Pero ocurre que los mayores avances de la humanidad y los mayores descubrimientos los hicieron personas que operaban a la inversa, o sea, creían para ver. De qué otra manera podría llegar el ser humano a la luna, la curación de numerosas enfermedades, los grandes avances tecnológicos como este que nos permite comunicarnos por el ciberespacio, y tantos otros.
En eso se basa el pensamiento creativo, la mente puede crear las cosas, de hecho lo hace. Si observas el
teléfono móvil que posees y te pones a pensar quien lo hizo, puedes retroceder y ver que lo hizo una
fábrica, esa fábrica usó unos planos o diseño, y seguir retrocediendo hasta llegar al punto de encontrarte
con alguien que un día se le ocurrió que podía existir un aparato de esas características, algo inexistente
hasta ese momento. Sólo era un pensamiento que algún tiempo después se convirtió en realidad.
Para ello se requiere ser soñador, imaginativo, hay que visualizar los resultados tal como si ya existieran. Si no posees la preparación para lo que deseas hacer, la mente te llevará por las diferentes experiencias necesarias para adquirirla.
Cuando pensamos en comunicación nos imaginamos conversando con otra persona pero ocurre que la
comunicación más importante es la que mantenemos con nosotros mismos; no existe ninguna persona con
la que nos comuniquemos tanto como con nosotros mismos.
Las palabras que nos decimos constantemente programan nuestro inconsciente. En nuestro inconsciente
radica nuestro poder pero a diferencia de nuestra conciencia, esta no toma decisiones, acepta las cosas que le enseñamos sin protestar, no discrimina entre aquello que nos hace bien y lo que nos hace daño, a fin de cuentas de eso se encarga la conciencia la cual maneja estos conceptos de manera subjetiva. El
inconsciente es nuestro fiel servidor y se encarga de facilitarnos conseguir lo que deseamos o aquello en
lo que más pensamos.
Supongamos que Juan Perez se la pasa todo el tiempo diciéndose y diciendo que nada le sale bien, que es
un bueno para nada, que nadie lo quiere, etc. El inconsciente recibe el mensaje y busca en su base de
datos cómo complacer a su amo: encuentra que esa persona que dice ser Juan Perez es alguien que se
enferma mucho, que no tiene pareja o le dura poco cuando la tiene, que suele tener accidentes, que nunca
puede tener un patrimonio.
Por lo tanto, regulará hacia la baja el sistema inmunológico para que se enferme, enviará pensamientos de
celos, inseguridad y autorrechazo para que no tenga pareja o no le dure mucho, lo volverá torpe para que
se caiga por las escaleras y cada vez que gane algún dinero extra, le inducirá con pensamientos de
despilfarro.
Pudiera pensarse que nuestro inconsciente es nuestro enemigo pero no es así, él sólo hace lo que le pedimos. Por lo tanto es cuestión de cambiar nuestros pensamientos y palabras para configurar nuestro inconsciente para producir resultados satisfactorios en nuestra vida. Es cuestión de perseverar al igual que lo hacemos muchas veces para conseguir resultados negativos.
Supongamos que nos invitan a una fiesta pero ocurre que no queremos ir porque nos podemos encontrar con la que fue nuestra anterior pareja, y ese solo hecho nos causa angustia. Por otro lado nos cuesta decirle que no al anfitrión.
Tenemos una meta que cumplir: cómo hacer para no ir a la fiesta sin que el anfitrión se moleste con nosotros. La tarea queda encomendada a nuestro inconsciente quien en base a lo aprendido establece que debemos enfermarnos severamente ese día, tener un accidente que nos impida desplazarnos, tener que viajar de urgencia ese día, etc.
De alguna manera que ignoramos alguna de esas cosas sucede, a veces de la manera más misteriosa. El poder de nuestra mente inconsciente es ilimitado y se suceden hechos a veces graves que hacen que no podamos acudir al evento al que no queríamos ir. Es indudable que interviene alguna fuerza misteriosa que mueve sus hilos de manera sincrónica para complacer nuestros deseos.
¿Por qué no emplear estas fuerzas en cosas que nos beneficien? ¿Por qué no establecernos metas que nos
aporten felicidad y permitir que los acontecimientos conspiren a nuestro favor?
Todo tiene un propósito y nuestra vida en la tierra igualmente lo tiene, no estamos aquí por casualidad. Para desarrollar nuestro propósito en la vida, estudiamos, nos preparamos, trabajamos e internamente sabemos que podemos hacer algo especial.
Las cosas que suceden en nuestra vida nos van llevando hacia ese camino: encuentros, relaciones, caídas, etc. todo tiene un propósito de formarnos para lo cual estamos destinados, pero de nosotros depende tomar la decisión de ese destino.
Si la aceptamos corremos muchos riesgos pero detrás de nosotros hay unas manos listas a ayudarnos una
vez hayamos tomado la decisión firme de hacerlo.
Los maestros están en todas partes, no solamente en las aulas ni en los libros de grandes autores. Todas las personas que nos encontramos, aunque sea de manera fugaz, son nuestros maestros.
Para aprender debemos prestar mucha atención a lo que vienen a enseñarnos. A veces una persona se acerca a nosotros a molestarnos y nosotros nos enfurecemos y renegamos de esta persona por algo que dijo o hizo.
En realidad esta persona nos hizo ver que de alguna manera ejerce algún control sobre nosotros con su comportamiento o refleja algo de nosotros que no nos agrada, lo cual nos da la oportunidad de corregir y así crecer aun más.
Cada ser humano dispone de una capacidad única distinta a los demás seres humanos, una vez la descubre
puede ponerla en práctica como medio de vida, o para hacer aportes al resto de la humanidad.
A veces nos preguntamos por grupos voluntarios de profesionales que van a países lejanos a prestar servicios médicos. Es indudable que son excelentes médicos ya que de otra manera no podrían ir a esos países donde hay enfermedades muy raras y contagiosas. ¿No estarían más cómodos poniendo un consultorio de lunes a viernes y ganando mucho dinero sin complicarse mucho la vida?
Nuestro propósito en la vida no lleva muchas veces a escalar montañas, a dejar la comodidad para ir en busca de nuestro destino. Si no lo hiciéramos, luego a la vuelta de los años lo lamentaríamos ya que no solamente habríamos rehuido de nuestro destino sino todas las experiencias que perdimos de tener por no haber hecho lo que éramos empujados a hacer.
Acuérdate de lo bueno...
Es imposible atravesar la vida sin que un trabajo salga mal hecho, sin que una amistad cause decepción, sin padecer algún quebranto de salud, sin que un amor nos abandone, sin que nadie de la familia fallezca, sin equivocarse en un negocio.
Ése es el costo de vivir.
Sin embargo, lo importante no es lo que suceda, sino cómo se reacciona. Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes, vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar. Así que acuérdate de lo bueno.
Cuando el cielo esté gris; acuérdate cuando lo viste profundamente azul.
Cuando sientas frío; piensa en un sol radiante que ya te ha calentado.
Cuando sufras una temporal derrota, acuérdate de tus triunfos y de tus logros.
Cuando necesites amor; revive tus experiencias de afecto y ternura.
Acuérdate de lo que has vivido, y de lo que has dado con alegría. Recuerda los regalos que te han hecho, los besos que te han dado, los paisajes que has disfrutado, y las risas que de ti han emanado.
Si esto has tenido; lo podrás volver a tener y lo que has logrado; lo podrás volver a ganar.
Alégrate por lo bueno que tienes y por lo de los demás. Desecha los recuerdos tristes
y dolorosos, no te lastimes más. Piensa en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad.
Recorre tu vida y detente en donde haya bellos recuerdos y emociones sanas y vívelas otra vez.
Visualiza aquél atardecer que te emocionó.
Revive esa caricia espontánea que se te dio.
Disfruta nuevamente de la paz que ya has conocido. Piensa y vive el bien.
Allí en tu mente están guardadas todas las imágenes, y sólo tú decides cuáles has de volver a mirar.
Anónimo